¿Por qué no?

Estas son de las cosas que salen cuando estás un poco borracha. Errores de ortografía, porque lo único que tenés alalcance de tu mano es tu smartphone medio viejo, con ese teclado de mierda. Cuando estás a ocho mil kilómetros de casa y extrañás a tus amigos, pero no querés volver realmente. Cuando soñaste otra vez sobre tu ex, ese hijo de re mil puta, después de mucho tiempo de ni pensarlo. Ese día en el que ese chabón divino no te contesto más un Snap. ¿Qué onda? El sábado pasado te mandaba selfies con cara de puchero porque tardabas en contestarle, porque estabas muy ocupada poniendote en pedo. Hoy sábado siguiente desapareció, lo viste en el partido pero estaba con su familia y no tiraba, viste evidencia de que estaba en línea pero entró en un silencio de radio. ¿Como llegás a estar tan desesperada?

Y tu amugo termina de Skypear con su novio. Estás en la puerta de su casa, bloggeando para no llorar, y te abre la puerta y pregunta con su acento colombiani

¿Y a usted qué le pasa con ese cigarro y esa cara de tristeza?

Nada. Toma años darse cuenta que alrededor siempre hay mejores oportunidades que las que están lejos, difíciles. Amigos, gracias.
¿Cómo he de reaccionar?
O me vuelvo loca, o algo similar con una posible alternativa que podría describir con eufemismos, pero sigue siendo un sinónimo. Porque otra reacción no me nace. Solo esa.

Y me vuelve completamente loca.

Errores

Dicen por ahí que uno aprende de los errores. Pero no creo que siempre sea así. Depende de varios factores: qué tan catastrófico fue el error, en qué grado lo afectó a uno, qué se perdió por ese error, qué control tenía uno sobre la ejecución de ese error. Ese último es el peor.

Una vez me enamoré. De esos tipos de amor que uno quiere que sean para toda la vida, con o sin altar, enormemente profundos, al punto de la obsesión. Y lo más ridículo de aquella situación, fue el hecho de que me enamoré a primera vista. Tan cursi...

Pero fue realmente así. La vi, la vi durante dos minutos, y ya supe que necesitaba saber todo de ella. Necesitaba volver a encontrarla. Recuerdo que incluso me quedé atónita por unos minutos después de ese primer encuentro.

¿Fue un error haber ido a Merlo esa tardecita en la cuál me la crucé? No. Nadie controla esas cosas. Sean destino o casualidad, por alguna razón pasarán. ¿Fue un error volverme tan obsesiva con ella? Sí. Una tiene que saber controlar su curiosidad e impulsos.

Después de lo mal que terminó esa historia, ese error, cualquiera supondría que ya aprendí. Yo misma lo creía. Pero hoy me di cuenta de que estoy lejos de eso.

Esa vez lo vi. Ya lo había visto antes, pero no quedó con un registro muy sobresaliente en mi mente en aquel entonces, porque él tenía novia, era tabú. Pero la segunda vez, lo vi. Y mierda que se registró.

Siempre que pienso en él, termina de la misma manera. La voz de mi conciencia retándo a mis pensamientos, por gastar tanto tiempo en imaginar situaciones ficticias, pensar en cosas que no van a pasar. ¿Vale la pena desear tanto a algo? No.

No conozco otro tipo de amor que no sea el repentino, intenso en cada sentido, extraordinario. El amor como lo retratan en las películas que ve mi vieja. Pero la gran diferencia es el final feliz, que en una realidad viable, más en esta, no se da.

¿Ser tan espantosamente complicada para los afectos es un error? Sí, y abismal.

proyectando

¡Hace cuánto que no escribo! Supongo que no he tenido la necesitad. Escribir, para mi, es un medio de descarga emocional, de catársis. Y me he estado sintiendo tan bien ultimamente. Tranquila. ¡Tranquila! Quién lo diría.



Este último mes y medio fue un mes de epifanias, y de cambio. Revelaciones que tanto me desconcertaron como me llevaron a tomar decisiones para mi vida. El descubrir qué era lo que me tenía de la orqueta... ¡Se sintió tan bien!



Hoy, como joven, probablemente un poco inconsciente, hago mi vida. Controlo Mi-Propia-Vida. O por lo menos así se siente. Y por más limitados que sean mis intentos, me hago la rebelde.



"¡Pero tenés tanto talento! No lo puedo creer. ¡Para mi eras la mejor! ¡Podrías llegar tan lejos! ¡No podés echar a perder eso! ¡Sos una boluda!"



Seré una boluda. Pero de qué me sirve ser la mejor, si no lo disfruto. Prefiero una vida sin premios, sin menciones, sin grandes pasarelas, sin la aprobación de aquellos que piensan de lo que hago un objeto más a comprar. Prefiero tener una vida tranquila, siendo anónima para hacer de mi culo un florero ante el público. No quiero ser grande afuera, pero sí dentro de mi propia casa. Quiero un perro, un gato, talvez un par de hijos y un pequeño taller. Quiero aunque sea mover un par de piedras para el lugar en el que vivo. Las montañas se las dejo a los que quieran de su vida un reality show.

otra vez te abandoné.

Pero te quiero. Y te voy a hacer público, te lo merecés. Sos lo único que empecé hace más de dos años que todavía me sigue gustando.

No, no tengo más novio. Pero tengo una jugosidad de cosas de las que me quiero quejar elocuentemente. :D
La vida es una moneda, quién la rebusca la tiene.

Extraño las monedas, esta vida Sube está demasiado acelerada para mi gusto.

cambia, todo cambia

Tanto tiempo pasó desde la última vez que escribí en este blog, que estoy seriamente considerando no usarlo más. Este ya no es mi blog, es el blog de esa otra, la joven sin mayores problemas. Lo leo y me invade la nostalgia, de esa que está buena. Qué divino sería tener cosas tan insignificantes por las que preocuparse.

Escribí sobre mis amores, sobre mi familia, mi música, mi vida académica y termine escribiendo sobre quien hoy es mi novio. Hoy escribiría otro pedazo más sobre mi familia, uno muy largo, acídico y desagradable. Escribiría un poco sobre mi vida académica, más que nada sobre lo mucho que amo mi carrera y, irónicamente, lo mucho que me cuesta cumplir con ella de manera apropiada. Escribiría un texto metalingüístico, contando lo mucho que aprendí del hermoso castellano, pero aun así sin poder reflejarlo en el enunciado. Pero, más que nada, escribiría sobre lo mucho que me odio en este momento, las nauseas que siento al pensar en mi guerra interna.

Lo mucho que me odio. Lo mucho que puedo herir a los que me rodean. Lo increíblemente egoísta que resultó ser mi naturaleza. El abismo lejos que estaba lo que yo creía de mi misma, en comparación con lo que hoy veo que soy. El miedo que me estruja la boca del estómago cada vez que tomo en consideración cualquier accionar de redención. El estrecho vertical y profundo que recorre mi autoestima cada vez que recuerdo lo fácil que fue lograr todo esto. Fácil, simplemente fácil. Y vuelven las nauseas.

Soy buena en muchas cosas, y una de ellas es mi infalible capacidad para arruinarme. Todo lo que lucho por construir, batallas que siempre quedan a pasos de la victoria, lo rompo con el más mínimo esfuerzo. Y en esos momentos, siempre escribo.